A mediados del siglo XVII se estableció un complejo militar en posiciones estratégicas de la bahía de Corral. El sistema defensivo se levantó sobre las ruinas de Valdivia (destruida y abandonada en el alzamiento mapuche de 1599-1604) y en la localidad de Cruces –en el interior–, y estaba conformado por seis fortificaciones principales, castillos y un sinnúmero de fuertes y baterías, entre otras instalaciones menores.
Teóricamente, los víveres y los bienes materiales –como el atuendo, la loza y la cerámica que componían la vajilla doméstica– eran suministrados por el real situado, que llegaba todos los años a las fortificaciones costeras de Valdivia desde Lima. Sin embargo, las excavaciones, sondeos y muestreos arqueológicos efectuados en el lugar han permitido descubrir que gran parte de las piezas para cocinar y servir la mesa provenían de las comunidades indígenas instaladas en los alrededores del castillo o, bien, eran manufacturadas en lo que hoy se conoce como “Región de Los Ríos”.
Reconstruyendo la vida en el castillo
El recién restaurado Museo de Sitio Castillo de Niebla resguarda la alfarería doméstica descubierta durante los últimos 25 años en el lugar. Esta incluye objetos de tradición indígena; botijas o contenedores hispanos de transporte; mayólicas o piezas esmaltadas provenientes de los talleres de Panamá La Vieja, Cuzco y Puno, y –quizás– también Cuenca o Quito, además de piezas finas elaboradas en conventos de Santiago de Chile.
El estudio de estos objetos permite conocer la vida cotidiana de los soldados y de sus familias, de los desterrados de distintos puntos del virreinato y de las poblaciones en las zonas vecinas, que interactuaron permanentemente con la tropa y sus autoridades, generando tráfico o intercambio de bienes. En las bodegas, pulperías, cocinas y fogones para el almacenaje, preparación y consumo de alimentos, se formaron luego basurales densos cuyo estudio es la puerta de acceso a los modos de vida de los antiguos habitantes del castillo. Con el paso de los siglos –y con elementos culturales compartidos–, estos conformaron una comunidad costera característica. Junto a los aspectos privilegiados por las investigaciones tradicionales, la investigación de dicha comunidad arroja luces acerca de las relaciones interculturales entre diversas poblaciones y territorios, con sus diferencias, tensiones y puntos de encuentro.
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