Visita de experta en textiles
El corazón de un museo está en sus colecciones, son los objetos que resguardan su razón de exisitir. A veces, el visitante pasa raudo a disfrutar de la vista panorámica de la bahía, su paisaje impresionante, más aún desde sus modernos miradores y sistema de pasarelas, fotografían los muros y la monumentalidad del sitio, apenas sospechando la lucha por sobrevivir que afrodescendientes y presidiarios realizaban a diario entre el hambre y el trabajo forzado.
Sin embargo, pocos pueden entrar a ese reservado espacio, que viene a ser como las bóvedas de un banco, donde se resguardan las colecciones. En un pequeño cuarto lleno de estantes y cajas con números, duermen los testigos del tiempo. Pequeños vestigios del pasado, algunos casi resquebrajados de miradas, otros permanecen en el misterio aguardando el ojo experto, la mirada estudiosa, el comentario instruído que les devuelva su relato otorgándoles profundidad histórica.
Para el museo, sus colecciones son la ventana hacia el estudio científico del monumento, el único libro que no tiene prejuicios y muestra lo invisible. Ahí descansan los fragmentos de lo cotidiano, botones, monedas, restos de cántaros, de tejas, de ladrillos donde alguna vez caminaron personas que hicieron suyas estas aguas.
Es por eso que el trabajo de documentación y estudio de colecciones de la región, impulsado por profesionales de la Red de Museos y Centros Culturales de Los Ríos, es tan fundamental para la historiografía local, aportando nuevas miradas e interpretaciones a la rica literatura sobre la ciudad de Valdivia, una de las más antiguas de Chile. En ese sentido, el trabajo etnográfico que vincule los objetos con las comunidades vivas es fundamental para interpretar el sitio arqueológico y la "pieza" como objeto culturalmente significativo. De ahí la insistencia en no aceptar material sin contexto arqueológico, como política general de colecciones del Museo de Sitio Castillo de Niebla, privilegiando la puesta en valor de los resultados de las distintas etapas de excavaciones científicas que han nutrido el depósito, además de incorporar colecciones etnográficas como la ropa confeccionada por tejedoras y joyeros de familias tradicionales de la costa para el FODIM 2016 "Así Vestían los Antiguos".
Recibimos a la Dr. Beatriz Marín-Aguilera, cuyo tema de investigación se centra en textiles, indumentaria y producción textil en el período colonial en la frontera sur del imperio español en América, quien realizó un registro de la colección de torteras del museo, recorrió el monumento y conoció el trabajo realizado el año pasado con las comunidades lafkenche, donde se recopiló información sobre el uso de la lana y las vestimentas apropiadas para representar al pueblo mapuche en la sala 1 de la exhibición permanente.
La colección está compuesta de tres torteras, discos redondeados con un orificio central donde va una varilla que forma el huso, instrumento con que se hila. Tradicional de la mujer mapuche, el hilado de lana entrega la materia prima de mantas, chombas, calcetas y atuendos tradicionales, aun hoy en día.
Desde pequeñas, a la edad de 4 a 5 años, las niñas son enseñadas en el arte de tejer, hilar y teñir. Este conocimiento fue entregado a las mujeres por la abuelita araña (Lalen Kushe), de ahí que se pasen arañitas por las manos de las niñas o se les pongan hilos de tela de araña de pulsera, para que lleguen a ser grandes exponentes del arte textil. Los textiles en la cultura mapuche revelan el estatus social de quien las usa, indicando tanto el linaje, el territorio de origen, como atributos físicos y de personalidad.
Consultadas las expertas locales en el trascurso de Así Vestían los Antiguos, las mujeres discutieron sobre la iconografía del museo que mostraba a "la Bella Guacolda", de Diego de Ocaña, hilando. En relación a las torteras, actualmente se hacen en piedra, de cerámica y de madera. La primera es la que se exhibe actualmente en la sala 1 de la Casa del Castellano y fue realizado por la familia Mayorga Quinan de Bonifacio. Indicaron que dos de ellas, las "recicladas" de mayólica Panamá policroma, corresponderían más bien a juguetes, pequeños husos para que las niñitas aprendan a hilar jugando.
La varilla de madera donde se enrosca la lana hilada se prefiere de madera de alerce (Fitzroya cupressoides), de luma (Amomyrtus luma), arrayán (Luma apiculata), murta (Ugni molinae) y el mágico latúe o palo brujo (Latua pubiflora). La experticia de las hilanderas se ve reflejada en la habilidad que muestran al "hacer bailar el huso", dejándolo caer en el aire. Un buen hilado es parejo, sin quedar "crespo" ni irregular, y su grosor dependerá de la prenda que se desee confeccionar después.
La visita de la Dra. Marín-Aguilera forma parte de un proyecto de cooperación internacional financiado por el McDonald Institute for Archaeological Research de la University of Cambridge (Inglaterra), con el apoyo del proyecto FONDECYT 1171735.
Actualmente, el museo realiza en conjunto al CESFAM Rural de Niebla un taller de lanas y telar mapuche de manera gratuita para la comunidad.