Homenaje al legado del padre Gabriel Guarda
Recorrer la antigua y blanca ciudad del dulce nombre de María, a pie y sin prisa, revela al observador atento curiosidades urbanisticas, como calles que cambian repentinamente de nombre, esquinas que se llaman iguales, curvas y sinuosidades sin sentido aparente. Sin embargo, la lectura histórica de la ciudad va mostrando, capa sobre capa, lagunas, ríos subterráneos, muros invisibles, muelles, rutas milenarias de comercio por la carretera del río ancestral.
Esa lectura es posible gracias a la labor sistemática de búsqueda de fuentes documentales y archivos, mapas y planos repartidos por el globo, del sacerdote Gabriel Guarda OSB (1928-2020), nacido en Valdivia como Fernando Guarda Geywitz, su trabajo enciclopédico de reconstrucción de la historia de su ciudad natal, dió luz sobre habitantes y misterios que dejan un aporte imperecedero para la comprensión y protección del casco histórico de la ciudad, su patrimonio arquitectónico y arqueológico, con especial relación al sistema de fortificaciones del estuario y Chiloé.
Asiduo lector de la Sala Medina de la Biblioteca Nacional, Guillermo Feliú Cruz se interesó en su trabajo y lo alentó en su investigación, la que fue publicada en 1953 bajo el título de Historia de Valdivia: 1552-1952. Estuvo en Europa, donde perfeccionó sus estudios sobre urbanismo colonial. Se ordenó como sacerdote en 1968. Su extensa obra, por sobre las 300 publicaciones, es referente obligado al hablar de la sociedad austral, valiéndole el Premio Nacional de Historia en 1984.
Al leer sus libros, narra acontecimientos familiares: uno de sus antepasados, el oficial español Jaime de la Guarda, llega en 1736 a servir de castellano del Castillo del Corral y actuar como ingeniero en la fábrica de fortalezas. El hijo, Ignacio, teniente coronel, ejerce como comandante general de armas y alcalde de la ciudad; posteriormente el nieto, Jaime de la Guarda y Valentín, se suma al movimiento patriota en 1811 desde la Junta de Gobierno de Valdivia, sufriendo el destierro después del Desastre de Rancagua, para volver como gobernador y luego, como intendente de la provincia en tiempos de Portales.
La ciudad amurallada crece urbanísticamente siguiendo los cauces naturales de esteros, ojos de agua y humedales gracias al ojo erudito del ingeniero Antonio Duce, quien en vez de desviar o intervenir los cauces construye en concomitancia a ellos, ajustándose lo más posible a la topografía del sitio. El impacto aún visible de las obras de estos ingenieros, como Diego de Matos, Antonio Duce, Antonio Birt, Juan Garland, entre muchos, nos llegan de la pluma del arquitecto, titulado de la Universidad Católica en 1958, para dejar un registro y enseñanza a las futuras generaciones.
De sus estudios, se conocen los contornos de las lagunas, suenan algunos de los nombres originarios, como Purento para lo que después será la laguna de San Antonio, hoy calle Cochrane río abajo, las fechas se corrigen, los personajes adquieren nombre y humanidad, el fantasma de Tomás de Figueroa ronda el Torreón en silencio para no ser descubierto por los turistas curiosos, navegan orgullosos al Perú Pelquiñanco, Lighenlafken y Raywenu, a entenderse directamente con el Virrey Amat.
En relación a su aporte en la comprensión del sistema fortificado de defensa de la corona española de Valdivia y Chiloé, no es exagerado indicar que sin su estudiosa mirada no se conocerían parte de las baterías menores, o un sinfín de detalles, como los alcances de la estancia jesuíta en Coipuco, Mulpun y la Teja, la visita de los holandeses, su fuerte en General Lagos y sus hornos en Torobayo, el muro de Duce, de Torreón a Torreón. "La visita del fiscal Dr. Don José Perfecto de Salas al Gobierno de Valdivia y el censo de su población" (Guarda, 1986), documento que entrega completa información del estado de los fuertes y castillos, equipamientos, edificaciones, origen, número y descripción de sus mil habitantes para 1749. En más de alguna ocasión expuso lo extraordinario de su conservación, llamando la atención sobre el estado de San Luis de Alba de Amargos, e impulsando la declaratoria a Patrimonio de la Humanidad de Unesco.
Para el Museo de Niebla, el padre Gabriel fue uno de sus principales impulsores, asesorando y visitando en numerosas ocasiones las obras de reconstrucción de la Casa del Castellano en 1992. La exhibición actual mantiene algunos objetos prestados por el padre para la exhibición de 1992. En la Sala 3 se presenta una vitrina que resguardan dos libros de carácter patrimonial, y que retratan la forma de ver el mundo de la época, dos sellos personales, timbres que eran usados justamente para marcar documentos, dos mecheros y una lámpara de aceite, generando una impresión de la vida cotidiana en la época de ocupación del castillo.
Algunas de sus obras son: Historia urbana del Reino de Chile (1978), Los encomenderos de Chiloé (2003), Iglesias de Chiloé (1984), La nueva historia de Valdivia (2000), La tradición de la madera (1995), El arquitecto de la Moneda Joaquín Toesca, 1752-1799: una imagen del imperio español en América (1997), Flandes Indiano: las fortificaciones del Reino de Chile, 1541-1826 (1990) y su monumental estudio sobre la Sociedad en Chile austral antes de la colonización alemana.