Cuidando un castillo tallado en cancagua
Trabajos de puesta en valor del Monumento Nacional, permitió a los arqueólogos y arqueólogas a cargo del rescate ejecutado entre el 2013 al 2014, descubrir un imponente muro localizado en la cara sureste del cerro donde se levanta el Castillo de la Pura y Limpia Concepción. Mantener su limpieza es hoy una tarea habitual.
Llamado coloquialmente el Muro de Garland, es una estructura formada por bloques canteados de cancagua, piedra muy blanda y maleable que conforma el promontorio, superpuestos e intercalados con piedra laja, unidos con argamasa, de 12 a 15 metros de altura, que sobresale hacia el frente conformando el baluarte sureste, esto es, una salida hacia el foso para el control de acceso. En este lugar, un plano de Claudio Gay para 1831, indican la presencia de una huerta y un pozo de agua.
Irlandés y profundamente católico, Juan Garland y White (c. 1724-1775), arriba a la ciudad de Valdivia un 4 de enero de 1764 con su joven ayudante, el delineador Ambrosio O'Higgins, quien llegará a ser Gobernador de Chile y Virrey del Perú.
Garland, ingeniero militar a cargo de las Obras Reales de la Plaza y Presidio de Valdivia, fue nombrado Gobernador interino después de la muerte de Berroeta. Junto al ingeniero José Antonio Birt, creó un plan general de defensa del reino. Su trabajo fue el de organizar las Fábricas Reales, localizadas en la isla de Valenzuela o Teja, donde hoy está la costanera cultural, confeccionando, mediante el trabajo forzado de presidiarios y relegados, cureñas, embarcaciones, cociendo tejas y ladrillos con los que refaccionó los castillos y fuertes de la bahía, en específico Corral y Amargos. Asimismo, levantó una fábrica de ladrillos a medio tiro de cañón del castillo de Niebla y un muelle de casi 1 kilómetro que unía el castillo con el fuerte del Piojo. Sus planos y mapas son de un valor estético y geográfico innegables. Posteriormente, el ingeniero Antonio Duce y Manuel Olaguer Feliu van a continuar su legado.
El Muro de Garland, al igual que otras estructuras como el baluarte reconstruido por Roberto Montandón a mediados del siglo pasado, mantuvo los materiales y técnicas constructivas propias de la escuela abaluartada semipermanente hispanoamericana: bloques tallados de la blanda piedra cancagua, extraídos del gran foso a tierra. La construcción y trabajo de cantería eran realizados por presidiarios, en gran parte afroperuanos, aunque no faltaron los europeos, chilenos y mestizos. Venían en barco, en número variable de 200 a 300 personas anuales.
Valor patrimonial de esta estructura es notable, siendo un muro original del siglo XVIII cuya limpieza y conservación demanda desafíos que implican todo el entorno, incluidas las áreas verdes, ya que las raíces de árboles y arbustos dañan la piedra, generando desprendimientos y poniendo en peligro su estabilidad, además de secar el pozo de agua.
Afortunadamente, mediante el control del Ulex europaeus, el invasivo espinillo o pica-pica, se ha minimizado el impacto de las raíces agrietando la roca, asimismo se han plantado arbustos y árboles nativos en el borde del acantilado, de manera de afirmar el derrumbe generado con el terremoto del 2011 y eliminando paulatinamente la vegetación introducida que puede dañar el muro o por peso destruir el baluarte.
Como parte del servicio de mantención de áreas verdes del museo se realizan periódicamente trabajos de limpieza manual de la vegetación, la que puede dañar los restos arqueológicos y arquitectónicos, así como debilitar el suelo y las paredes de roca.
Hoy en día, el lugar puede ser recorrido en todo su largo, constituyendo un testigo silente de una obra monumental única entre las fortificaciones hispanoamericanas.