Las notables esculturas de Víctor Ruiz Santiago, ejecutadas en madera y formato pequeño (usualmente no más de unos 25 cm de altura), ofrecen al espectador un engañoso aspecto de juguetes que despliegan recursos que evaden o desafían la interpretación a través de volúmenes y superficies ásperos o delicadamente pulidos, intervenidos con imágenes bidimensionales pintadas o dibujadas, textos de naturaleza poética y vacíos habitados que modifican la escala perceptiva y acentúan todavía más el atractivo misterio de cada pieza.
Así, estos ensambles dialogan poco con una juguetería disparatada, y mucho con las inquietantes maletas y objetos de Duchamp, o las reminiscencias medievales o nativoamericanas de las cajas de Tony Urqhuart; no obstante, la rica sensibilidad hacia las maderas y sus variadas posibilidades de presentación y tratamiento, orientan más bien a lo que Riedemann y Arellano han llamado "suralidad".
Pero la inteligencia y la finura son propiamente Ruiz.
(José Mariquina, Niebla 2017).